jueves, 23 de abril de 2009

Chequeo médico

Hello, preas.
Como ya es definitivo que me dan la Erasmus a Londres (Queen Mary and Westfield College, allá voy!), he decidido hacerme unos cuantos chequeos médicos, para que no se diga que soy una sucia española llena de gérmenes. Sí, sí, reíd, pero por lo que me han contado de los ingleses, me extrañaría que no me mirasen la cabeza en busca de piojos y me grapasen después un cartón que dijera "Smithson".
En fin, ayer pedí hora para hoy a las 17:25. Como es normal, me han atendido tres cuartos de hora después. Mientras esperaba y sudaba (30º de calefacción dentro, insufrible), he mirado a ver cómo estaba el patio.
Lo que odio de venir a este ambulatorio nuevo es que me encuentro siempre a toda la gente que iba a mi mierdabar, y generalmente es gentuza a la que no tocaría ni con un palo de tres metros y diecisiete centímetros. Esta vez he esquivado las miradas de Manolín, el camello del barrio. Mandanga de la buena, o eso dicen. Tiene una cara de zarpero que no puede con ella, y creo que padece de guacheras también. Mala gente.
Además del Manolín de los cojones, había una niña sin correa que no paraba de dar pisotones en el suelo y contar hasta cinco a gritos. Estaría ensayando la lección, porque parecía muy concentrada en dar por culo con los numeritos. La madre no le decía nada, y cuando ya todos estábamos a punto de encender antorchas y agarrar horcas, le ha dicho "no te estás portando civilizadamente, Anaisë (seguro que lo escribía así, tenía una cara de madre-new age-consumidora a tiempo parcial de culebrones que no podía con ella), ¡estás castigada!". La niña se ha encarado con ella y le ha gritado "NOOOOO!!!". Después se ha derrumbado en una silla. No sé si ha sido por el impacto psicológico, la vergüenza de ser castigada por tu madre en público, o si ha sido alguno de los pacientes con una oportuna cerbatana.
Además de cotillear, también me he quedado unos quince minutos en stand by, pensando en cómo sería el médico esta vez. Lo digo porque cada vez que voy hay alguien distinto. En mi mente he empezado a imaginarme a un médico guaperas, medio moderniqui y simpático. Lo que ha salido por la puerta ha acertado una de tres. No está mal, no todo va a ser guapura y estilo.
Pues eso, le he pedido cita para el ginecólogo/a, análisis de sangre (me ha dado el vaso para que me haga el de orina, de propina y porque rima, ¡que divina!) y una alergología. De lo del neurólogo no ha querido oír ni hablar. Dice que mis migrañas no son ná, que si las tuviera dos veces a mes sí que me daba hora, pero que tal y como estoy, con una aspirina voy que chuto.
Luego he tenido que bajar a que me dijeran día y hora (porque el médico te saca unos papeles, pero luego hay que hacer trueque con los de Información). Me ha atendido un caballero que tenía un serio problema de Ceja Solitaria.
El diálogo ha sido así:
"-La alergología la tienes en Junio, ¿te parece bien?"
"-Me parece"
"-La citología el 11 de mayo, ¿te viene bien?"
"-Sí, me va bien -silencio incómodo mientras teclea, mi verborrea actúa - Además ese día empiezan mis vacaciones en el curro, así que mira, para celebrarlo, ajajá."
(nota: pretendía ser sarcástica/graciosa-que-te-cagas)
"-Pues nada..."-ha dicho él. Prácticamente he podido leer en su frente (encima de su ceja) "pues si para tí una citología es una celebración, llévate un gorrito gracioso y confetti para cuando tengas una colonoscopia".
Yo, como siempre, de éxito en éxito.

martes, 31 de marzo de 2009

Terry Pratchett Week #4 (especial Greebo)

"[...]
- Sí , mamá. ¿Qué hago con el gato, mamá? -preguntó Jason.
- Oh, Greebo se viene con nosotras -replicó Tata Ogg.
- ¿Qué? ¡Pero si es un gato! -saltó Yaya Ceravieja -. ¡No podemos llevar gatos en el viaje! ¡No pienso ir por el mundo con ningún gato! ¡Ya es bastante tener que viajar con pantalones y botas provocativas!
- Si lo dejara aquí, echaría de menos a su mamaíta, ¿a que sí? -canturreó Tata Ogg al tiempo que cogía a Greebo.
El gato colgó inerte, como una bolsa de agua caliente agarrada por el centro.
Para Tata Ogg, Greebo seguía siendo aquel gatito tan mono que perseguía ovillos de lana por el suelo. Para el resto del mundo era un gigantesco gato macho, un paquete de fuerzas vitales increíblemente destructivas, envuelto en una piel que no parecía piel, sino más bien una hogaza de pan que alguien se hubiera dejado a la intemperie durante dos semanas.
Los que no lo conocían solían sentir pena por él porque sus orejas eran casi inexistentes y su cara tenía el mismo aspecto que si un oso hubiera acampado en ella. No podían saber que esto se debía a que Greebo, como cuestión de orgullo felino, intentaba pelear o violar a cualquier cosa igual o mayor que un carro tirado por cuatro caballos. Los perros más feroces gimoteaban y se escondían bajo las escaleras cuando Greebo vagaba calle abajo. Los zorros no se atrevían a acercarse al pueblo. Los lobos daban un rodeo [...]"

Terry Pratchett, Brujas de Viaje, 1991


"[...] A estas alturas ya estaban solas salvo por el hombre enorme que roncaba. Los otros dos habían salido y se habían unido a los pasajeros que iban en el techo.
La causa principal era Greebo. Con ese instinto infalible que tienen los gatos para detectar a la gente que odia a los gatos, había saltado pesadamente al regazo de todos y les había practicado el tratamiento del 'joven aaamo de vuelta en la vieeeja plantación'. Los había pisoteado hasta someterlos y luego se había echado y se había puesto a dormir, con las garras no lo bastante clavadas como para hacerles sangre, pero sí como para sugerir claramente que aquella era una opción en caso de que la persona se moviera o respirase. Y luego, cuando estaba seguro de que se habían resignado a la situación, había empezado a apestar.
Nadie sabía de dónde venía. No era un olor asociado con ningún orificio conocido. Era simplemente que, después de cinco minutos de siesta, el aire de encima de Greebo adquiría un penetrante olor a alfombras fermentadas [...]"

Terry Pratchett, Mascarada, 1995


Terry Pratchett Week #3

"[...] En la cima de la montaña, el aquelarre se había calmado un poco.
Los pintores y los escritores siempre han tenido un concepto un tanto exagerado de lo que sucede en un aquelarre de brujas. Eso les sucede por pasarse demasiado tiempo en habitaciones pequeñas, con las cortinas corridas, en vez de salir a tomar aire fresco, que es más sano.
Por ejemplo, está lo de bailar desnudas. En un típico clima templado hay muy pocas noches en las que alguien pueda tener ganas de salir a bailar a medianoche sin ropa, por no mencionar ya los guijarros, los cardos y los puercoespines repentinos.
Luego, está toda la cuestión de los dioses con cabeza de cabra. La mayor parte de las brujas no creen en los dioses. Saben que los dioses existen, claro. Incluso tienen tratos con ellos de cuando en cuando. Pero no creen en los dioses. Los conocen demasiado bien. Sería como creer en el cartero.
Y en cuanto a la comida y la bebida, los trocitos de reptil y todo eso... la verdad es que las brujas no son partidarias de esas cosas. Lo peor que se puede decir de las brujas, sobre todo de las más ancianas, es que les suelen gustar los bizcochos de jengibre, y que los mojan en un té con tanto azúcar que la cucharilla no se mueve. Y si se encuentran con que está demasiado caliente, se lo beben del plato. Además, lo hacen con un acompañamiento de ruiditos de aprobación, que uno imaginaría que provienen de una cañería barata. Quizá al fin y al cabo sean mejores las ancas de rana. [...]"

Terry Pratchett, Brujas de Viaje, 1991


domingo, 29 de marzo de 2009

Terry Pratchett Week #2

"[...] La Muerte metió la mano en las profundidades de su túnica y sacó una bolsa grande de cuero, repleta de una nutrida variedad de monedas de cobre, la mayoría de ellas verdeazuladas por el tiempo. Analizó cuidadosamente la cuenta. Después contó doce monedas.
VAMOS, dijo poniéndose de pie. DEBEMOS MARCHARNOS.
Mort siguió al trote a la Muerte cuando salió del jardín con paso majestuoso para internarse en la calle, que seguía bastante concurrida a pesar de que en el horizonte se vislumbraban ya los primeros signos de la alborada.
-¿Qué vamos a hacer ahora?
COMPRARTE ROPA NUEVA.
-Esta que llevo era nueva hoy... quiero decir, ayer.
¿DE VERAS?
-Mi padre me dijo que la tienda era famosa por sus prendas asequibles - comentó Mort corriendo para mantener el ritmo.
PUES LE AÑADEN UN NUEVO TERROR A LA POBREZA.
Giraron hacia una calle más ancha que conducía a una parte más rica de la ciudad (había menos distancia entre antorcha y antorcha, y los muladares estaban más espaciados). No había allí ni puestos callejeeros ni comerciantes en las esquinas de los callejones, sino edificios adecuados con carteles colgados en el exterior. No se trataban de simples tiendas, sino de verdaderos emporios; en ellos había proveedores, y sillas, y escupideras. La mayoría se encontraban abiertos incluso a esa hora de la madrugada, porque el comerciante ankhiano normal no logra conciliar el sueño de solo pensar en el dinero que deja de ganar.
-¿Es que aquí la gente no duerme nunca? - preguntó Mort.
ES UNA CIUDAD, repuso la Muerte y abrió la puerta de una tienda de ropa.
Veinte minutos después, cuando salieron, Mort llevaba una túnica negra de su talla, con bordados de plata, y el tendero se quedó mirando un puñado de antiguas monedas de cobre, preguntándose cómo habían llegado a su poder.
-¿Cómo consigue todas esas monedas? - preguntó Mort.
DE DOS EN DOS.
Un barbero que trabajaba toda la noche le hizo a Mort un corte de pelo muy de moda entre los jóvenes presumidos de la ciudad, mientras la Muerte esperaba tranquilamente sentado en la silla de al lado, tarareando por lo bajo. Para su sorpresa, estaba de buen humor.
Al cabo de un rato, se quitó la capucha y echó un vistazo al aprendiz de barbero, quien le colocó una toalla alrededor del cuello con ese aire hipnotizado y ausente que a Mort comenzaba a resultarle familiar, y dijo:
ÉCHEME UN POCO DE COLONIA Y SÁQUEME UN POCO DE BRILLO, BUEN HOMBRE.
[...]"

Terry Pratchett, Mort, 1987

sábado, 28 de marzo de 2009

Terry Pratchett Week #1

"[...]Ridcully se dedicó a esperar con impaciencia mientras uno a uno los magos superiores fueron entrando procedentes de sus solemnes clases en el aula 3B. Los magos superiores necesitaban dar muchas clases para hacer la digestión.
- ¿Ya estamos todos? -preguntó -. Bien. Sentaos. Prestad atención. Veamos... Vetinari no ha recibido un albatros. No ha venido volando desde el Continente Contrapeso y no hay un extraño mensaje que al parecer debemos obedecer. ¿Me seguís por ahora?
Los magos superiores intercambiaron miradas.
- Creo que algunos de los detalles se nos pueden haber pasado por alto - dijo el decano.
- Estaba usando el lenguaje diplomático.
- ¿No podría tal vez intentar ser un poco más indiscreto?
- Tenemos que enviar un mago al Continente Contrapeso - dijo Ridcully -. Y tenemos que hacerlo para la hora del té. Alguien ha pedido un Gran Hechicero y parece que tenemos que enviarles uno. Lo que pasa es que lo escriben sin hache...
- ¿Oook?
- ¿Sí, bibliotecario?
El bibliotecario de la Universidad Invisible, que había estado dormitando con la cabeza sobre la mesa, se incorporó de sopetón. Echó la silla hacia atrás y, agitando los brazos para no perder el equilibrio, salió corriendo de la sala con sus piernas patizambas.
- Probablemente se acabe de acordar de un retraso en devolver un libro - comentó el decano. Bajó la voz -: Por cierto, ¿soy el único aquí que piensa que no dice mucho sobre la categoría de esta universidad tener un simio en el cuadro académico?
- Sí -dijo Ridcully en tono seco -. Lo eres. Tenemos al único bibliotecario del mundo que puede arrancarte el brazo con la pierna. La gente respeta esas cosas. El otro día sin ir más lejos el jefe del Gremio de Ladrones me preguntó si podíamos convertir a su bibliotecario también en simio, y además, es el único de todos vosotros que pasa más de una hora al día despierto, cabrones. En todo caso...
- Bueno, a mí me resulta embarazoso - dijo el decano -. Además, no es un orangután como debe ser. He estado leyendo un libro y dice que un macho dominante debe tener unos discos faciales enormes. ¿Acaso él tiene discos faciales enormes? No me lo parece. Y además...
- Cállate, decano - dijo Ridcully -. O no te dejaré ir al Continente Contrapeso.
- No veo que tiene de malo plantear de forma perfectamente válida... ¿Qué?
- Están pidiendo al Gran Hechicero - dijo Ridcully -. Y yo he pensado inmediatamente en tí. -Por ser el único hombre que conozco que puede sentarse en dos sillas al mismo tiempo, añadió para sí mismo.
- ¿Al Imperio? -chilló el decano -. ¿Yo? ¡Pero si odian a los extranjeros!
- Y tú también. Os llevaríais de maravilla."

Terry Pratchett, Tiempos Interesantes, 1994

jueves, 26 de febrero de 2009

miércoles, 18 de febrero de 2009

Cuando no tienes un mal día, sino un día-rrea

Hello, preas.
Lo de ayer no fue normal. Lo de ayer fue un infierno.
Os preguntaréis qué coño pasó ayer. Tranquilos, os lo contaré.
Me llamaron de una empresa llamada Marketing Sol*tions. El puesto de trabajo era de "promoción de grupos de ayuda no gubernamental". Vamos, hacer promoción de ONGs, hasta ahí me quedaba claro. Fui a la entrevista. Nos contaron cosas, pero no entraron en detalle. La impresión que me quedó al salir fue que íbamos a promocionar estas cosas, en plan ir a empresas y contarles la milonga, o organizar eventos y soltar ahí el rollo. Por cada cliente conseguido, te dan 50 euros. No hay sueldo fijo, pero como las comisiones son muy altas, pues eso.
Me volvieron a llamar para hacer un día de prueba. Insistieron en que tenía que vestir "lo más elegantemente posible". Servidora se puso de punta en blanco, medias y mínimo-mínimo-pero-aún-así-existente tacón. Me maquillé a conciencia mi ojo a la virulé (aunque no pude hacer mucho, se me quedó en plan mancha correosa, pero no se veía su verdadero horror),y no escatimé en afeites para el resto de mi cara.
Me planté allí, parada de metro Islas Filipinas. Había un montón de gente que venía a lo mismo que yo. Esperamos un rato, y por fin nos asignaron a nuestros coordinadores.
De repente, alguien vocea: "venga, chicos, a la calle!!". Salimos todos. Yo me imagino que vamos a hacer alguna ronda empresarial, o a hacer el entrenamiento en otra parte, porque la verdad es que la oficina de Islas Filipinas es un cuchitril. Caminamos en dirección al metro, para sorpresa mía. Nos metemos, de hecho.
Ya en el trayecto en metro, me va oliendo raruno. Le pregunto a mi coordinadora que a dónde vamos. Ella me dice que a la zona de Plaza Elíptica. Pienso, "coño, que casualidad, que voy a donde curraba con el 11888". Mis sospechas se aplacan, aunque no sé por qué, porque aquello sigue siendo, como dicen los ingleses, "fishy".
El gran grupo que formamos se va desgranando según se van bajando en distintas paradas. Yo, inocente de mí, pienso, "ah, claro, es que irán a distintas empresas, o a diferentes eventos".
Mi grupo, formado por dos chicas y un chico muy majos, se baja en Plaza Elíptica. Yo me quedo con el chico y con la coordi, la otra chica se va a lo que ella llama "su zona". Y el resto tiramos hacia un portal en la calle Santa Lucrecia.
Llamamos al telefonillo. Nos responde una señora.
-¿Sí?
-Hola, ¿me puedes abrir? -dice mi coordinadora.
-¿Y tú quién eres?
-Soy XX, que vengo de Plan Internacional, estoy hablando con todos los vecinos.
Sí, amigos míos. Esto no es un trabajo de promoción normal, es un puto puerta-a-puerta.
Me cago interiormente en TODO.
Nos pasamos toda la mañana de portal en portal, sin conseguir una mierda. Normal, ¿quién cojones va a pensar en ser solidario con alguien que viene a tocar los huevos a las dos de la tarde a su casa? Además, el método que usan es completamente erróneo. Ejemplo de conversación promotor-cliente:
- ¡¡Hola!!
- Hola -el cliente se muestra desconfiado y la mosca detrás de su oreja también.
- ¿Cómo estás? -al hacer la pregunta, el promotor ha hecho una mini pausa dramática que no viene a cuento y que da la impresión de ser coña. O sea, que parece que nos estamos riendo del cliente.
- ... Bien. ¿Qué queríais?
- Tranquilo, corazón (¿¿CORAZÓN?? WTF?), que no venimos ni a robarte ni a venderte nada, somos muchos, pero inofensivos. Ajajá.
- ... ¿Y bien?
- Mira, hijo mío, somos de Plan Internacional, blablabla -le suelta el rollo, pero guardándose detalles como cuánta pasta tiene que poner, o cómo funciona el procedimiento. Se supone que eso se lo tienes que soltar cuando te deja entrar en su casa para rellenar los papeles. O sea, cuando tienes un pie en la puerta.
La mayor parte de las veces el cliente se muestra irritado, además le mosquea no saber cómo hemos conseguido pasar -nos encontramos con una señora que quería hacer una caza de brujas entre los vecinos para saber quién nos había abierto la puerta-.
A veces la conversación comienza de maneras tan grotescas como la que sigue:
- ¡¡Hola!!
- Hola.
- ... ¿Cómo estás?
- ... ¿Qué queréis?
- Nada, veníamos a ver si nos invitabas a comer, ajajá.
¿Qué coño de trato con el cliente es ese? Además, tuteando todo el rato, una cosa que he aprendido a evitar durante los años de currar de cara al público. Ya que estás molestando a la gente, lo mínimo que puedes hacer, según mi criterio, es ser rápido, intentar entretenerles lo menos posible, y hablarles con educación, sin tutearles y sin que parezca que están saliendo en un programa de cámara oculta.
Bueno, terminamos el turno de mañana a las 16:30. Hemos conseguido, tras pasar por 150 puertas, que nos firme 1 cliente. Magnífico.
Buscamos un bar donde comer. Yo, inocente again, pienso "iremos a cualquier sitio, y la empresa nos dará ticket restaurante, o al menos cubrirá la comida". Mierda pa mí, por supuesto.
Nos juntamos todos para comer en una tasquilla que no está mal. Pago cuatro euros por un montado de tortilla y una cocacola de bote. Allí hablo un poco con los chicos que, como yo, están en su día de prueba. La conclusión general es "esto no es el trabajo que esperaba". Muchos de nosotros hemos tomado la decisión de hacer el día de prueba por respeto a los coordinadores, y luego alejarnos de esa empresa tan rápido como podamos.
Volvemos al lío. Los cuatro que somos nos llevamos bien, eso sí, y nos reímos bastante, pero el trabajo sigue siendo una mierda. Acabamos a las 20:30, y nos dicen que no nos podemos ir a casa directamente -desde Plaza Elíptica tardo sólo cuarenta minutos, así que me hubiera venido estupendamente -, sino que tenemos que volver a Islas Filipinas, a que nos hagan la evaluación. Y luego, si eso, nos vamos a casa.
Descanso un poco mis pies doloridos en el metro, mientras sigo dándole vueltas a la pérdida de tiempo que todo esto supone. Llegamos allí, explico mis razones para largarme, y me voy tan rápido como puedo (moviéndome a unos 3 metros por hora, aprox.)
Y ese fue mi día con Marketing Sol*tions. Si queréis os doy el número de teléfono.