domingo, 20 de junio de 2010

Eastender

No tenía pensado escribir una entrada para mi despedida de Londres, la ERASMUS y la vida de estudiante abroad en general, pero me hallo en el aeropuerto de Luton, sin nada que hacer hasta las… 5 más o menos (son las 00:30 GMT), y no hay wifi por ningún lado para ponerme cerda viendo videos de YouTube.
Así que, a escribir esta entrada en Word, y ya cortaré y pegaré.
Pues he acabado la ERASMUS, señores/as. Han sido 9 meses que han tenido de todo, lágrimas, risas, gritos y flatulencias. He conocido a mucha gente que de verdad ha tenido peso en mi estancia allí, y ellos saben de quién hablo (no me señaléis con el dedo al grito de “¡¡¡cursi!!!”, que no es pa tanto).
He conocido a un puñado de famosos, algunos extremadamente importantes que me hacen decir aquello de “ahora puedo morir tranquila” (Neil Gaiman, alabado sea; Alan Rickman, tres veces bendecido). He dado también con gente antipática y horrorosa en términos generales que hacen que me alegre de abandonar el país (ya me encargaré de mandar cartas amenazadoras hechas con letras cortadas de revistas a esa persona).
Vamos, que está claro que con la vuelta a Madrid voy a perder muchas cosas. Londres es la ciudad en la que todo pasa, y Madrid mola pero no es lo mismo. Ahora, Londres tiene una cualidad fría que no terminé de abrazar del todo. Cada cosa lo suyo, supongo.
Si tuviera que hacer un top 5 de cosas que echaré de menos y cosas que no (y todos sabéis que me encanta un buen top 5), sería así:

COSAS QUE ECHARÉ DE MENOS

- Toda la gente que he conocido, tanto en la QMUL como en el Rose Theatre, como en el mundo Jupiter House. No excluyo a nadie.
- El Támesis, concretamente el tramo entre Saint Paul y la Tate Modern. Me salvó la vida cuando llegué, y siguió siendo un lugar que me ponía un nudito en la garganta cuando tenía que pasar por allí.
- El hecho de que todo lo que tenga que ocurrir, acabará ocurriendo en Londres. Estar en una ciudad que es un pequeño centro del universo en sí misma es un privilegio, y hace accessible cosas que nunca hubieras imaginado. Como ver a Alan Rickman en un cruce, o a la infanta Elena saliendo de un restaurante (creo que era ella, pero no os fiéis. La coleta era la misma).
- Brick Lane.
- Que lo cosmopolita de la ciudad se extienda hasta sus supermercados. Poder comprar en el mismo Tesco cilantro fresco y barbacoas desechables no tiene precio.

Echaré de menos muchas más cosas, pero creo que las reduzco a esas cinco. Ahora la contraparte:

COSAS QUE NO ECHARÉ DE MENOS

- La inmensa cantidad de borrachos tristes y violentos que se echan a las calles cuando sólo son las 10 de la noche.
- Que en invierno el sol se ponga a las 4 y media de la tarde.
- Que en verano el sol salga a las 4 y media de la mañana Y NO HAYA PERSIANAS.
- Las libras. Se gastan demasiado deprisa.
- Las plagas que puedes encontrar en tu hogar londinense: inquilinos cerdos, ratas, ratones, moho y chinches.

Sí, creo que eso es todo.

Y en eso quedan estos 9 meses, amigos míos. Ha sido un curso fantástico, lo repetiría veinte mil veces (añadiendo más Diet Cherry Coke y John Goodman’s Soft Eating Liquorice), y estoy escindida entre el hecho de que quiero ir a Madrid, pero no quiero marcharme. Es una crueldad que haya que elegir un sitio u otro, cuando no quiero renunciar a ninguno de los dos.

No me extiendo más. Dejémoslo en un cortés “ha sido un placer”, y despidámonos con un “au revoir”, que deja menos peso en el corazón.