martes, 31 de marzo de 2009

Terry Pratchett Week #4 (especial Greebo)

"[...]
- Sí , mamá. ¿Qué hago con el gato, mamá? -preguntó Jason.
- Oh, Greebo se viene con nosotras -replicó Tata Ogg.
- ¿Qué? ¡Pero si es un gato! -saltó Yaya Ceravieja -. ¡No podemos llevar gatos en el viaje! ¡No pienso ir por el mundo con ningún gato! ¡Ya es bastante tener que viajar con pantalones y botas provocativas!
- Si lo dejara aquí, echaría de menos a su mamaíta, ¿a que sí? -canturreó Tata Ogg al tiempo que cogía a Greebo.
El gato colgó inerte, como una bolsa de agua caliente agarrada por el centro.
Para Tata Ogg, Greebo seguía siendo aquel gatito tan mono que perseguía ovillos de lana por el suelo. Para el resto del mundo era un gigantesco gato macho, un paquete de fuerzas vitales increíblemente destructivas, envuelto en una piel que no parecía piel, sino más bien una hogaza de pan que alguien se hubiera dejado a la intemperie durante dos semanas.
Los que no lo conocían solían sentir pena por él porque sus orejas eran casi inexistentes y su cara tenía el mismo aspecto que si un oso hubiera acampado en ella. No podían saber que esto se debía a que Greebo, como cuestión de orgullo felino, intentaba pelear o violar a cualquier cosa igual o mayor que un carro tirado por cuatro caballos. Los perros más feroces gimoteaban y se escondían bajo las escaleras cuando Greebo vagaba calle abajo. Los zorros no se atrevían a acercarse al pueblo. Los lobos daban un rodeo [...]"

Terry Pratchett, Brujas de Viaje, 1991


"[...] A estas alturas ya estaban solas salvo por el hombre enorme que roncaba. Los otros dos habían salido y se habían unido a los pasajeros que iban en el techo.
La causa principal era Greebo. Con ese instinto infalible que tienen los gatos para detectar a la gente que odia a los gatos, había saltado pesadamente al regazo de todos y les había practicado el tratamiento del 'joven aaamo de vuelta en la vieeeja plantación'. Los había pisoteado hasta someterlos y luego se había echado y se había puesto a dormir, con las garras no lo bastante clavadas como para hacerles sangre, pero sí como para sugerir claramente que aquella era una opción en caso de que la persona se moviera o respirase. Y luego, cuando estaba seguro de que se habían resignado a la situación, había empezado a apestar.
Nadie sabía de dónde venía. No era un olor asociado con ningún orificio conocido. Era simplemente que, después de cinco minutos de siesta, el aire de encima de Greebo adquiría un penetrante olor a alfombras fermentadas [...]"

Terry Pratchett, Mascarada, 1995


Terry Pratchett Week #3

"[...] En la cima de la montaña, el aquelarre se había calmado un poco.
Los pintores y los escritores siempre han tenido un concepto un tanto exagerado de lo que sucede en un aquelarre de brujas. Eso les sucede por pasarse demasiado tiempo en habitaciones pequeñas, con las cortinas corridas, en vez de salir a tomar aire fresco, que es más sano.
Por ejemplo, está lo de bailar desnudas. En un típico clima templado hay muy pocas noches en las que alguien pueda tener ganas de salir a bailar a medianoche sin ropa, por no mencionar ya los guijarros, los cardos y los puercoespines repentinos.
Luego, está toda la cuestión de los dioses con cabeza de cabra. La mayor parte de las brujas no creen en los dioses. Saben que los dioses existen, claro. Incluso tienen tratos con ellos de cuando en cuando. Pero no creen en los dioses. Los conocen demasiado bien. Sería como creer en el cartero.
Y en cuanto a la comida y la bebida, los trocitos de reptil y todo eso... la verdad es que las brujas no son partidarias de esas cosas. Lo peor que se puede decir de las brujas, sobre todo de las más ancianas, es que les suelen gustar los bizcochos de jengibre, y que los mojan en un té con tanto azúcar que la cucharilla no se mueve. Y si se encuentran con que está demasiado caliente, se lo beben del plato. Además, lo hacen con un acompañamiento de ruiditos de aprobación, que uno imaginaría que provienen de una cañería barata. Quizá al fin y al cabo sean mejores las ancas de rana. [...]"

Terry Pratchett, Brujas de Viaje, 1991


domingo, 29 de marzo de 2009

Terry Pratchett Week #2

"[...] La Muerte metió la mano en las profundidades de su túnica y sacó una bolsa grande de cuero, repleta de una nutrida variedad de monedas de cobre, la mayoría de ellas verdeazuladas por el tiempo. Analizó cuidadosamente la cuenta. Después contó doce monedas.
VAMOS, dijo poniéndose de pie. DEBEMOS MARCHARNOS.
Mort siguió al trote a la Muerte cuando salió del jardín con paso majestuoso para internarse en la calle, que seguía bastante concurrida a pesar de que en el horizonte se vislumbraban ya los primeros signos de la alborada.
-¿Qué vamos a hacer ahora?
COMPRARTE ROPA NUEVA.
-Esta que llevo era nueva hoy... quiero decir, ayer.
¿DE VERAS?
-Mi padre me dijo que la tienda era famosa por sus prendas asequibles - comentó Mort corriendo para mantener el ritmo.
PUES LE AÑADEN UN NUEVO TERROR A LA POBREZA.
Giraron hacia una calle más ancha que conducía a una parte más rica de la ciudad (había menos distancia entre antorcha y antorcha, y los muladares estaban más espaciados). No había allí ni puestos callejeeros ni comerciantes en las esquinas de los callejones, sino edificios adecuados con carteles colgados en el exterior. No se trataban de simples tiendas, sino de verdaderos emporios; en ellos había proveedores, y sillas, y escupideras. La mayoría se encontraban abiertos incluso a esa hora de la madrugada, porque el comerciante ankhiano normal no logra conciliar el sueño de solo pensar en el dinero que deja de ganar.
-¿Es que aquí la gente no duerme nunca? - preguntó Mort.
ES UNA CIUDAD, repuso la Muerte y abrió la puerta de una tienda de ropa.
Veinte minutos después, cuando salieron, Mort llevaba una túnica negra de su talla, con bordados de plata, y el tendero se quedó mirando un puñado de antiguas monedas de cobre, preguntándose cómo habían llegado a su poder.
-¿Cómo consigue todas esas monedas? - preguntó Mort.
DE DOS EN DOS.
Un barbero que trabajaba toda la noche le hizo a Mort un corte de pelo muy de moda entre los jóvenes presumidos de la ciudad, mientras la Muerte esperaba tranquilamente sentado en la silla de al lado, tarareando por lo bajo. Para su sorpresa, estaba de buen humor.
Al cabo de un rato, se quitó la capucha y echó un vistazo al aprendiz de barbero, quien le colocó una toalla alrededor del cuello con ese aire hipnotizado y ausente que a Mort comenzaba a resultarle familiar, y dijo:
ÉCHEME UN POCO DE COLONIA Y SÁQUEME UN POCO DE BRILLO, BUEN HOMBRE.
[...]"

Terry Pratchett, Mort, 1987

sábado, 28 de marzo de 2009

Terry Pratchett Week #1

"[...]Ridcully se dedicó a esperar con impaciencia mientras uno a uno los magos superiores fueron entrando procedentes de sus solemnes clases en el aula 3B. Los magos superiores necesitaban dar muchas clases para hacer la digestión.
- ¿Ya estamos todos? -preguntó -. Bien. Sentaos. Prestad atención. Veamos... Vetinari no ha recibido un albatros. No ha venido volando desde el Continente Contrapeso y no hay un extraño mensaje que al parecer debemos obedecer. ¿Me seguís por ahora?
Los magos superiores intercambiaron miradas.
- Creo que algunos de los detalles se nos pueden haber pasado por alto - dijo el decano.
- Estaba usando el lenguaje diplomático.
- ¿No podría tal vez intentar ser un poco más indiscreto?
- Tenemos que enviar un mago al Continente Contrapeso - dijo Ridcully -. Y tenemos que hacerlo para la hora del té. Alguien ha pedido un Gran Hechicero y parece que tenemos que enviarles uno. Lo que pasa es que lo escriben sin hache...
- ¿Oook?
- ¿Sí, bibliotecario?
El bibliotecario de la Universidad Invisible, que había estado dormitando con la cabeza sobre la mesa, se incorporó de sopetón. Echó la silla hacia atrás y, agitando los brazos para no perder el equilibrio, salió corriendo de la sala con sus piernas patizambas.
- Probablemente se acabe de acordar de un retraso en devolver un libro - comentó el decano. Bajó la voz -: Por cierto, ¿soy el único aquí que piensa que no dice mucho sobre la categoría de esta universidad tener un simio en el cuadro académico?
- Sí -dijo Ridcully en tono seco -. Lo eres. Tenemos al único bibliotecario del mundo que puede arrancarte el brazo con la pierna. La gente respeta esas cosas. El otro día sin ir más lejos el jefe del Gremio de Ladrones me preguntó si podíamos convertir a su bibliotecario también en simio, y además, es el único de todos vosotros que pasa más de una hora al día despierto, cabrones. En todo caso...
- Bueno, a mí me resulta embarazoso - dijo el decano -. Además, no es un orangután como debe ser. He estado leyendo un libro y dice que un macho dominante debe tener unos discos faciales enormes. ¿Acaso él tiene discos faciales enormes? No me lo parece. Y además...
- Cállate, decano - dijo Ridcully -. O no te dejaré ir al Continente Contrapeso.
- No veo que tiene de malo plantear de forma perfectamente válida... ¿Qué?
- Están pidiendo al Gran Hechicero - dijo Ridcully -. Y yo he pensado inmediatamente en tí. -Por ser el único hombre que conozco que puede sentarse en dos sillas al mismo tiempo, añadió para sí mismo.
- ¿Al Imperio? -chilló el decano -. ¿Yo? ¡Pero si odian a los extranjeros!
- Y tú también. Os llevaríais de maravilla."

Terry Pratchett, Tiempos Interesantes, 1994