- Sí , mamá. ¿Qué hago con el gato, mamá? -preguntó Jason.
- Oh, Greebo se viene con nosotras -replicó Tata Ogg.
- ¿Qué? ¡Pero si es un gato! -saltó Yaya Ceravieja -. ¡No podemos llevar gatos en el viaje! ¡No pienso ir por el mundo con ningún gato! ¡Ya es bastante tener que viajar con pantalones y botas provocativas!
- Si lo dejara aquí, echaría de menos a su mamaíta, ¿a que sí? -canturreó Tata Ogg al tiempo que cogía a Greebo.
El gato colgó inerte, como una bolsa de agua caliente agarrada por el centro.
Para Tata Ogg, Greebo seguía siendo aquel gatito tan mono que perseguía ovillos de lana por el suelo. Para el resto del mundo era un gigantesco gato macho, un paquete de fuerzas vitales increíblemente destructivas, envuelto en una piel que no parecía piel, sino más bien una hogaza de pan que alguien se hubiera dejado a la intemperie durante dos semanas.
Los que no lo conocían solían sentir pena por él porque sus orejas eran casi inexistentes y su cara tenía el mismo aspecto que si un oso hubiera acampado en ella. No podían saber que esto se debía a que Greebo, como cuestión de orgullo felino, intentaba pelear o violar a cualquier cosa igual o mayor que un carro tirado por cuatro caballos. Los perros más feroces gimoteaban y se escondían bajo las escaleras cuando Greebo vagaba calle abajo. Los zorros no se atrevían a acercarse al pueblo. Los lobos daban un rodeo [...]"
Terry Pratchett, Brujas de Viaje, 1991
"[...] A estas alturas ya estaban solas salvo por el hombre enorme que roncaba. Los otros dos habían salido y se habían unido a los pasajeros que iban en el techo.La causa principal era Greebo. Con ese instinto infalible que tienen los gatos para detectar a la gente que odia a los gatos, había saltado pesadamente al regazo de todos y les había practicado el tratamiento del 'joven aaamo de vuelta en la vieeeja plantación'. Los había pisoteado hasta someterlos y luego se había echado y se había puesto a dormir, con las garras no lo bastante clavadas como para hacerles sangre, pero sí como para sugerir claramente que aquella era una opción en caso de que la persona se moviera o respirase. Y luego, cuando estaba seguro de que se habían resignado a la situación, había empezado a apestar.
Nadie sabía de dónde venía. No era un olor asociado con ningún orificio conocido. Era simplemente que, después de cinco minutos de siesta, el aire de encima de Greebo adquiría un penetrante olor a alfombras fermentadas [...]"
Terry Pratchett, Mascarada, 1995
1 comentario:
Salud Monica!! A ver si te devuelvo el de Guardias guadias y metes una entrada del grandioso Vimes y su fobia por las plumas en el casco y las banderitas jajajaja Nos vemos!!!
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