domingo, 29 de marzo de 2009

Terry Pratchett Week #2

"[...] La Muerte metió la mano en las profundidades de su túnica y sacó una bolsa grande de cuero, repleta de una nutrida variedad de monedas de cobre, la mayoría de ellas verdeazuladas por el tiempo. Analizó cuidadosamente la cuenta. Después contó doce monedas.
VAMOS, dijo poniéndose de pie. DEBEMOS MARCHARNOS.
Mort siguió al trote a la Muerte cuando salió del jardín con paso majestuoso para internarse en la calle, que seguía bastante concurrida a pesar de que en el horizonte se vislumbraban ya los primeros signos de la alborada.
-¿Qué vamos a hacer ahora?
COMPRARTE ROPA NUEVA.
-Esta que llevo era nueva hoy... quiero decir, ayer.
¿DE VERAS?
-Mi padre me dijo que la tienda era famosa por sus prendas asequibles - comentó Mort corriendo para mantener el ritmo.
PUES LE AÑADEN UN NUEVO TERROR A LA POBREZA.
Giraron hacia una calle más ancha que conducía a una parte más rica de la ciudad (había menos distancia entre antorcha y antorcha, y los muladares estaban más espaciados). No había allí ni puestos callejeeros ni comerciantes en las esquinas de los callejones, sino edificios adecuados con carteles colgados en el exterior. No se trataban de simples tiendas, sino de verdaderos emporios; en ellos había proveedores, y sillas, y escupideras. La mayoría se encontraban abiertos incluso a esa hora de la madrugada, porque el comerciante ankhiano normal no logra conciliar el sueño de solo pensar en el dinero que deja de ganar.
-¿Es que aquí la gente no duerme nunca? - preguntó Mort.
ES UNA CIUDAD, repuso la Muerte y abrió la puerta de una tienda de ropa.
Veinte minutos después, cuando salieron, Mort llevaba una túnica negra de su talla, con bordados de plata, y el tendero se quedó mirando un puñado de antiguas monedas de cobre, preguntándose cómo habían llegado a su poder.
-¿Cómo consigue todas esas monedas? - preguntó Mort.
DE DOS EN DOS.
Un barbero que trabajaba toda la noche le hizo a Mort un corte de pelo muy de moda entre los jóvenes presumidos de la ciudad, mientras la Muerte esperaba tranquilamente sentado en la silla de al lado, tarareando por lo bajo. Para su sorpresa, estaba de buen humor.
Al cabo de un rato, se quitó la capucha y echó un vistazo al aprendiz de barbero, quien le colocó una toalla alrededor del cuello con ese aire hipnotizado y ausente que a Mort comenzaba a resultarle familiar, y dijo:
ÉCHEME UN POCO DE COLONIA Y SÁQUEME UN POCO DE BRILLO, BUEN HOMBRE.
[...]"

Terry Pratchett, Mort, 1987

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