Señores, acudo a mi diligente blog para transmitir el relato de un suceso trágico.
Ayer, 19 de diciembre del año del Señor 2007, tuvo lugar un accidente dramático en la parada del autobús de Plaza Cánovas del Castillo. Una servidora fue mudo testigo del horror.
Estaba yo en el autobús, tambaleándome porque el conductor parecía estar al borde del paroxismo por consumo de anfetaminas, y nos llevaba a todos a una velocidad de Dragon Khan. Un bebé lloraba, babeándose el puñito, y su hermano mayor, de no más de 5 años de edad, nos torturaba con la canción de entrada de la serie Pokemon (no sé qué edición, mi frikismo abarca muchos campos, pero ese en concreto no), alternado el cántico con expresiones muy pueriles, del estilo de "Quiero la PSP para Reyes, mamá. Mamá, ¿los Reyes existen? Porque-porque-porque (¿no habéis notado que el 70% de los niños tienen una etapa de tartamudez realmente crispante?) Ricardo me ha dicho que son los padres..." La madre, con la coleta deshecha y cara de necesitar un poco de "mamma's little helper" (AKA: Valium o Amiplím, como dice Sambucívox), intentaba alimentarle con un sándwich de chopped y mucha margarina Tulipán, que todos sabemos que ayuda a crecer a lo largo y a lo ancho.
Yo, hipnotizada por este ejemplo de conducta humana, me compadecía y cabreaba a partes iguales. Así mismo, en la otra punta del vehículo un indivíduo francamente vulgar, con barbita de 50 días, pelo engominado para atrás y greñitas, se rascaba sus partes sin ningún asomo de decoro, así, casual-like. Al mismo tiempo, le decía algunas lindezas a una señora que se encontraba a mi derecha, seguramente su madre (que estaba con un pie en la tumba por los meneos repletos de adrenalina del autobusero). Ejemplo: "Al final, por tu puta culpa, llegamos tarde. Si es que siempre me haces lo mismo, joder. Todo por la puta diálisis..." Y la pobre, aguantando. Impresionante, por decir algo, lo de este muchacho (que, aparte de todo lo dicho anteriormente, era uno de estos puretas que han vivido la época de las hombreras y los pantalones nevados y ahora van de chonis, con su gorrilla, sus oros y su chandalism).
Todavía no había terminado el terror en el bus: repentinamente, un grito agudo hizo eco en mi delicado oído. Fue algo así como "¡¡¡AaAaAaAaAaAa!!! ¡¡¡¿¿Ves??!!! ¡¡¡¡¿¿¿Ves???!!!! ¡¡¡¡¡VEEEEES!!!!! ¡¡Si ya te lo decía yo!! ¡¡YA TE LO DECÍA YOOOOOO!!" El conductor se detuvo, silenciándola y conteniendo mi sed de sangre.
Y entonces, lectores míos, entonces ocurrió la tragedia. Un caballero muy tranquilo y muy feliz consigo mismo, con el mundo y con la vida en general salió del autobús y se dirigió al hueco que hay entre las dos pantallas de cristal de las marquesinas de Plaza Cánovas del Castillo. Sólo que no era el hueco.
Las labores de limpieza urbana habían sido tan exhaustivas que el pobre hombre se lanzó hacia el cristal, chocando de lleno, con un impacto frente-nariz-barbilla-torso que le impulsó hacia atrás. Aterrizó sobre la maníaca que me había gritado a la oreja (que en ese momento estaba a metro y medio de distancia de él).
El hombre huyó, en medio de una marejada de gritos de "¿Está bien?" y de risitas contenidas. Yo misma, amigos, me avergüenzo al rconocer que se me escapó un ronquidito traicionero al recordar el suceso.
Desde la Plaza de las Cortes, informando las 24 horas, me despido.
2 comentarios:
No te rías, que es muy duro eso de estamparse contra un cristal. Duele. Y el orgullo se hiere, también. Sobre todo cuando te alejas fingiendo que jajajaja, qué cosas tan graciosas haces, qué tontería... mientras te sangra la nariz, y no precisamente del MegaMoe Urbano.
... no es que me haya pasado...
Vaya viajes entretenidos que tienes, sobre todo QUE DE PARENTESIS!!!
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