miércoles, 14 de noviembre de 2007

Mi tío Oswald

Me encanta retozar
Diario de Oswald, vol. XIV

"Me refiero, naruralmente, al difunto Oswald Hendryks Cornelius, connaisseur, bon vivant, coleccionista de arañas, escorpiones y bastones, amante de la ópera, experto en porcelana china, seductor de mujeres , y casi sin duda el mayor fornicador de todos los tiempos. Todos los demás famosos aspirantes a este título quedan reducidos al ridículo cuando se contrasta su historial con el de mi tío Oswald. Especialmente el pobre Casanova, que sale en comparación reducido a poco más que un hombre con un órgano sexual gravemente atrofiado."

Hoy me apetece homenajear una de las obras más hilarantes de Roald Dahl, "My Uncle Oswald". Fue la primera obra para adultos que leí de este autor, y aparte de flipar bastante (este hombre es esl escritor de Matilda, por dios...), me reí como una chiflada en el metro, en los bares, en las esquinas, recordando las andanzas del tío Oswald.
La novelita es desternillante. Nos cuenta la historia del tío Oswald, a partir de una recopilación de sus diarios (que, en otro relato, sabemos que le fueron entregados al mismo Roald, su sobrino, quien hizo la labor investigadora y compiladora). Se narra, en concreto, cómo llegó Oswald Cornelius a ser un sibarita millonario, además de relatársenos una de sus mayores aventuras.
¿Y cual es el aleteo que comienza todo? La aparición de un bichito llamado "cantharis vesicatoria sudanii", o Escarabajo Vesicante.
"-Estos pequeños insectos -dijo el comandante - se encuentran solamente en la zona del Sudán. Es una comarca de unos cincuenta kilómetros cuadrados, al norte de Jartum, en la que crece un árbol llamado bashab. Las hojas del bashab son el alimento de estos insectos. Hay hombres que se pasan la vida entera buscándolos. Les llaman cazadores de escarabajos. Son aborígenes de vista especialmente aguda, que saben todo lo que hay que saber acerca de los nidos y las costumbres de estas pequeñas bestias. Y cuando atrapan a una, la matan, la secan al sol y la machacan hasta convertirla en polvo fino. Este polvo es muy apreciado por los aborígenes, que generalmente lo conservan en cajitas afiligranadas especiales para estos polvos.
-Pero, ¿qué hacen con esos polvos? -quisimos saber.
-Lo importante no es lo que ellos hacen con ese polvo -dijo el comandante - sino lo que ese polvo les hace a ellos. Una porción extraordinariamente minúscula de ese polvo es el afrodisíaco más potente del mundo.
[...]
-¿Cuáles son exáctamente sus efectos? -preguntó una de las chicas.
-¡Dios mío! -exclamó el comandante - ¡qué efectos! Se te enciende una hoguera en los genitales. Al mismo tiempo es un afrodisíaco violento y un irritante enérgico. No solamente te pone incontrolablemente cachondo, sino que también te garantiza una enorme y prolongada erección [...]"

Así que, Oswald se marcha a Jartum (con diecisiete años), para conseguir los polvos de escarabajo vesicante oliéndose un buen negocio. A su regreso, consigue amasar su primera fortuna vendiéndo las pastillas hechas con el afrodisíaco a un grupo de embajadores de todo el mundo.
Pero es a los veinticuatro años cuando se le presenta el mejor y mayor negocio de toda su vida: combinar sus pastillas con un sistema revolucionario de conserva de esperma que ha inventado su profesor de universidad, A.R. Woresley. Con la ayuda de una avispada estudiante universitaria, Yasmin Howcomely, tratarán de conseguir los espermas más preciados. Desde Freud hasta Picasso, pasando por una amplia selección de familias reales de Europa, todo se ven cómicamente retratados en este magnífico ejemplo de humor negro británico.

"-¿Podemos empezar por el rey de España? -dijo Yasmin - Sólo tiene treinta y tres años, y a juzgar por las fotografías, está bastante apetitoso.
-Muy bien -dije - Madrid será la primera parada. [...]
Todo estaba dispuesto. Yasmin y yo hicimos nuestras maletas y partimos hacia Madrid. Llevábamos con nosotros la importantísima maleta de nitrógeno, la otra maleta más pequeña con glicerina y todo lo demás, un buen acopio de trufas de Prestat y cuatro onzas de polvo de escarabajo vesicante. [...] Yo me había procurado en Prestat algunas cajitas p3equeñas y muy elegantes con media docena de trufas cada una. Yasmin tenía que darle al rey una de esas cajas como pequeño obsequio, y al hacerlo debía decirle: 'Os he traído, señor, un pequeño obsequio. Son unas trufas deliciosas'. Entonces abriría la cajita y diría con una de sus sonrisas capaces de desarmar a cualquiera: '¿Os importa que robe una? Soy incapaz de resistir la tentación' Entonces tenía que meterse rápidamente la trufa en la boca, coger con la punta de los dedos la trufa rellena de polvos de escarabajo vesicante, y ofrecérsela delicadamente al rey[...]
Ya eran las seis y media. Yasmin llevaba en palacio dos horas y media. De repente sonaron en la puerta unos gopes muy fuertes. Me levanté y abrí. Yasmin, con las mejillas encendidas, se precipitó en mi habitación.
-¡Lo he conseguido! -exclamó, agitando en el aire su bolso como si fuera una bandera - ¡Lo tengo! ¡Está aquí!
En la cosa de caucho anudada que me dio Yasmin había al menos tres centímetros cúbicos de semen real [...]
-Ahora -le dije a Yasmin - cuéntamelo todo.
-Ha sido asombroso [...] En el salón había cuatro grandes sofás, y antes de sentarme los estudié todos. Quería elegir el que fuera más blando y práctico de todos. Sabía que al cabo de nueve minutos, el que eligiera en aquel momento se convertiría en un campo de batalla [...] Elegí entonces una especie de larguísima chaise longe tapizada de terciopelo de color ciruela [...] De todos modos, estaba de pie delante de mí cuando se quedó congelado, y como llevaba los pantalones muy ajustados pude ver qué estaba ocurriendo ahí debajo. Precisamente en ese instante le decía que era coleccionista de autógrafos de grandes hombres y le pedía que me regalara su firma. Me levanté y fui yo misma a su escritorio, tomé una hoja y se la dí para que la firmase. Resultó incluso demasiado fácil. El desgraciado ya casi ni sabía lo que hacía [...] Yo volví a sentarme en el sofá y Alfonso seguía de pie mirándome con los ojos fuera de las órbitas y tragando saliva de tal modo que su nuez subía y bajaba constantemente. Tenía la cara enrojecida, y luego empezó a inspirar profundamente. 'Venid aquí y sentáos, majestad' le dije. Él vino y se sentó. Siguió tragando saliva y mirándome con los ojos desorbitados y agitándose durante un minuto aproximadamente. Entretanto yo veía crecer su desmesurada lujuria a medida que los polvos actuaban. De repente me dijo con voz asfixiada y algo mojigata 'Señora, desearía que se quitara la ropa'.
'-¡Oh, majestad! -exclamé, poniéndome las manos en el pecho - ¡Qué decís!'
'-Desnúdese' -dijo él, tragando saliva.
-¿Qué ocurrió luego?
-Esta gente de la realeza es muy extraña. Conocen algunos trucos que nosotros, ordinarios mortales, ignoramos.
-¿Por ejemplo?
-Bueno, para empezar, no se mueve.
-Así que te obligó a que hicieras tú todo el trabajo.
-A mí tampoco me permitió que me moviera.
-No digas estupideces, Yasmin. No se puede realizar una copulación estática.
-Los reyes sí pueden -dijo ella - Espera y verás. No vas a creértelo.Ya te había dicho que había elegido esa chaise longe tapizada de terciopelo púrpura -prosiguió.
-Sí.
-Pues bien, resulta que había elegido exactamente el sofá más adecuado.Había algo debajo, Dios sabe qué, pero tenía que ser un motor de algún tipo, y cuando el rey tiró de una palanca todo el sofá empezó a traquetear y saltar arriba y abajo.
-¿Quieres decir que había un motor debajo del sofá? ¿Has llegado a verlo?
-Claro que no. Pero lo he oído perfectamente. Hacía el más condenado ruido que puedas imaginar. Rechinaba horriblemente.
-¿Quieres decir que era un motor de bencina?
-No, no era de bencina.
-¿Qué era, entonces?
-Un resorte de relojería -dijo ella.
-¡Un resorte de relojería! -dije- ¡Imposible! ¿Cómo sabes que era un resorte?
-Porque cuando ha empezado a pararse, él ha tenido que darle cuerda otra vez [...]"

"-Veamos, Fráulein -dijo al principio, mientras terminaba de tomarse la trufa - Hábleme de ese problema tan apremiante.
Ay, doctor Freud, ojalá pueda ayudarme!
-Para eso ha venido -dijo - Tiéndase en ese sofá de ahí y relájese.
De modo que me tendí en el maldito sofá, Oswald, y mientras me dejaba caer pensé que de todos modos tenía la ventaja de que estaría en un sitio bastante cómodo cuando empezaran los fuegos artificiales.
Así que le dije '¡Doctor Freud! ¡Me ocurre una cosa terrible! ¡Una cosa terrible y escandalosa!'
-¿De qué se trata? - me preguntó. Evidentemente, le encantaba que le contasen cosas terribles y escandalosas.
- No se lo va usted a creer -le dije - pero, no sé por qué, no puedo estar delante de ningún hombre más de unos pocos minutos sin que de repente trate de violarme. ¡Se ponen todos como fieras salvajes! ¡Me rasgan la ropa! Me muestran su órgano..., ¿es esta la palabra adecuada?
- Es tan buena como cualquier otra -me dijo - prosiga, Fräulein.
- ¡Todos saltan sobre mí! ¡Me tumban y me utilizan para conseguir placeres! Doctor Freud, ¡todos los hombres que he conocido me lo han hecho! ¡Tiene usted que ayudarme! ¡Me violan tanto que me van a matar!
-Querida señora -dijo él - esta es una fatansía muy común en determinados tipos de mujeres histéricas. A todas ellas les aterroriza la idea de tener relaciones físicas con los hombres. De hecho, ansían con todas sus fuerzas fornicar, copular y practicar toda clase de travesuras sexuales, pero les aterran las consecuencias. Y por eso fantasean. Imaginan que son violadas. Pero no les llega a ocurrir, todas son vírgenes.
- ¡No, no! -exclamé yo - ¡Se equivoca usted, doctor! ¡No soy virgen! ¡Soy la chica más violada del mundo!
- Eso no son más que alucinaciones -dijo él - Nadie la ha violado jamás. ¿Por qué no lo admite? Si lo hiciera, enseguida se sentiría mucho mejor.
- ¿Cómo quiere que lo admita, si no es cierto? -exclamé - ¡Hasta ahora, todos los hombres con los que me he encontrado me han violado! ¡Y estoy segura de que usted va a hacer lo mismo como me quede aquí mucho rato, ya lo verá!
- No sea ridícula, Fräulein -cortó él.
-¡Me violará usted, me violará! -exclamé - ¡Se portará usted tan mal como los demás antes de que termine la sesión!
Cuando le dije esto, Oswald, el viejo buitre puso los ojos en blanco y me dirigió una sonrisa llena de arrogancia.
- Fantasías -dijo - todo eso no son más que fantasías. Permítame explicárselo un poco más. En su inconsciente, mi querida Fräulein, usted cree que el órgano masculino es una ametralladora...
- ¡Es es exactamente lo que es, por lo que a mí respecta! -exclamé - ¡Es un arma mortal!
- Exactamente -dijo él - Ahora vamos por buen camino. Seguramente también cree usted que si un hombre la apunta con su metralleta, apretará el gatillo y la rociará de balas.
- No son balas -dije- Es otra cosa.
- Y por eso huye usted. Rechaza a todos los hombres.
[...]
- ¿Le gustan las zanahorias, Fräulein? -me preguntó de repente.
- ¿Las zanahorias? -dije - Santo Dios. No especialmente. Cuando las como suelo pedir que me las corten a cuadraditos. Las prefiero troceadas.
- ¿Y qué me dice de los pepinos?
- No tienen casi sabor -respondí - Cómo más me gustan es rebanaditos en salmuera.
- ¡Ja Ja! -dijo mientras tomaba nota de todo esto en mi ficha - Quizás le interese saber, Fräulein, que la zanahoria y el pepino son símbolos sexuales. Representan el falo masculino. ¡Y por lo que se ve, usted quiere trocearlo y rebanarlo y ponerlo en salmuera!
[...] Bien, pues durante todo este rato, Oswald, yo iba vigilando el reloj. Y cuando ya habían transcurrido ocho minutos le dije : 'Por favor, doctor Freud, no me viole. Tendría usted que estar por encima de estas cosas'
- No sea ridícula, Fräulein. Ya está alucinando otra vez.
- Ya verá como acaba poniéndose usted a mil. Ya verá como la corriente saltará de mí hacia usted y le electrizará las partes. ¡Se le pondrá la verga al rojo vivo! ¡Me rasgará la ropa! ¡Me violará!
- ¡Deje inmediatamente de gritar como una histérica! -dijo secamente. Se puso en pie y se acercó al sofá en el que yo seguía tendida.
- Aquí estoy -dijo, abriendo los brazos - ¿Verdad que no le hago ningún daño? ¿Verdad que no intento aprovecharme de usted?
Y justo en ese momento, Oswald, los polvos hicieron su efecto repentinamente y la cosita se le despertó, y se le puso tan tiesa que parecía que llevara un bastón metido en los pantalones. Entonces extendí un dedo acusador hacia allí, gritando: '¡Lo ve! ¡Ya le empieza a ocurrir, viejo fauno! ¿Me cree ahora, doctor Freud?'
Hubieras tenido que ver la cara que puso, de verdad. Pero tengo que admitir que no saltó inmediatamente sobre mí. Estuvo aguantando al menos un minuto entero, mientras trataba de averiguar qué le estaba ocurriendo. Bajó la vista hacia sus pantalones. Luego levantó los ojos hacia mí. Y se puso a murmurar : '¡Es increíble...! ¡Asombroso...! ¡No puedo creerlo! Tengo que tomar notas... Tengo que registrar cada uno de los momentos. ¿Donde tengo la pluma, Dios mío? ¿Dónde está el papel? ¡Al infierno el papel! ¡Quítese la ropa, Fräulein, por favor! ¡Ya no puedo esperar un segundo más!'
- Seguro que sufrió una tremenda conmoción -dije.
-Se quedó helado -admitió Yasmin - Aquello echaba por tierra una de sus teorías más famosas [...] En realidad actuó como un caballero. En cuanto tuvo la primera explosión, y a pesar de que los polvos seguían azuzándole con gran intensidad, se alejó de un salto, corrió a su escritorio en pelota viva y se puso a tomar notas. Debe tener una tremenda fuerza de voluntad. Y una gran curiosidad intelectual.
- ¿Me cree ahora, doctor Freud? -le pregunté.
- ¡Tengo que creerla! Tengo que verla otro día, Fräulein.
- No. Sé que saltará usted sobre mí. Será incapaz de controlarse.
- Ya lo sé -dijo sonriendo por vez primera - Ya lo sé, Fräulein, ya lo sé [...]"

S-U-B-L-I-M-E
El texto habla por sí sólo. Si alguien quiere el libro, se lo presto.

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