lunes, 21 de abril de 2008

Confesiones de látex

Aviso: esto es una historia ficticia, cualquier parecido o semejanza con situaciones reales y/o Sexo en Nueva York se debe al delicado tejido de la casualidad y a que todo Cristo pasa por situaciones parecidas.

La casa de E estaba realmente sucia. Había latas de cerveza vacías y arrugadas, ceniceros hasta arriba y bolas de papel por todas partes. E acababa de pasar por un proceso creativo.
Nos había llamado para que le distrajéramos de su carencia de creatividad. Que tuviera procesos creativos no implicaba que dieran fruto.
-Así que no se te ha ocurrido nada... -dijo T, hurgando en la llaga. E no se dignó a contestarla. Se ponía en la modalidad "genio de la literatura irascible y apático" cuando pasaba por temporadas de página en blanco.
-¿Queréis algo de beber? -preguntó. Las dos miramos a nuestro alrededor. El estado de la casa sugería cosas como latas de atún y pan de molde mohoso. Aunque claro, la nevera de E siempre podía sorprenderte.
-¿Qué tienes? -preguntamos.
-Voy a ver -se levantó con un quejido y desapareció por el pasillo. Escuchamos su voz amortiguada por la distancia - ¡Hay quesitos!
-¡Pasamos!
-¡También tengo paté de atún!
-¿Tienes crackers? -pregunté.
-¡No! ¡Pero el pan de molde estará bien si le quitas los bordes... y el centro!
-¡Pasamos!
De todas maneras, trajo tres cervezas y las migas de una bolsa de patatas. Las aceptamos cortesmente. No había que menospreciar los aperitivos de E cuando estaba de página en blanco, podíamos haber salido peor paradas.
-Ayer dí una fiesta -dijo E, dando sorbitos a la cerveza. T y yo nos miramos, sorprendidas.
-Pensábamos que todo esto -dijo T, señalando el desorden - era cosa tuya.
-Que va. Ayer vinieron unas 40 personas.
Nos quedamos en silencio.
-E -dije -, tu casa mide 30 metros cuadrados.
-Yo tampoco me lo creo todavía -respondió él.
Transcurrieron unos instantes en silencio. E se movió un poco en su asiento, quejándose otra vez. T me miró con malicia. T siempre ponía caras maliciosas cuando la situación nos llevaba al trasero de E. Ser gay era duro, pero con amigas como T era especialmente bochornoso.
-Vaya, ¿nos duele el culito? -dijo. E puso cara de pocos amigos.
-No lo sé, ¿te duele a ?
-Ya sabes a qué me refiero.
-Pues sí, me duele como si me hubieran metido... -se quedó callado de repente, estallando en caracajadas a continuación. A T y a mí se nos contagió la risa.
-¿Qué pasa? -cuando se calmó, pudo hablar de nuevo.
-No os lo vais a creer -empezó - Anoche me pillé una borrachera de esas simpáticas, de las que te vuelven hiper sociable. Pues bien, adivinad quien vino a la fiesta.
-¿Quién?
-Q - dijo. Abrimos los ojos más de lo normal. E ha querido tirarse a Q desde que le conocemos, es decir, mucho tiempo - Y, mira por donde, él también estaba bastante borracho. Así que, milagro de milagros, acabamos en la cama, completamente ebrios y absolutamente cachondos.
-Chico con suerte -dijo T.
-Pues bien, me acuerdo más o menos de los detalles. Pero hay un vacío importante en mi memoria que me pone difícil averiguar una cosa.
Hizo un silencio dramático. A veces E es una jodida reina del drama.
-¿Cómo cojones acabó un tubo de laca marca Giorgi en mi culo?
Silencio absoluto. Carcajadas atronadoras.
-¡Eso te lo has inventado! -dije entrecortadamente - Ningún hombre en su sano juicio contaría este tipo de anécdotas, y menos con una sonrisa.
-¡Pero es la hostia! -contestó E, riéndose también - Es una puta leyenda urbana, ¿quién me iba a decir que me iba a pasar? ¡Ahora puedo decir "eso duele más que un tubo de laca metido por el culo" con la certeza absoluta de que sé de lo que hablo! Aunque tengo que decir que mi tubo era de tamaño portátil...
-¡Claro, Q lo lleva a todas partes, en busca de la oportunidad de empalar víctimas inocentes con él! -dije, alzando la voz según subía la carcajada por mi garganta.
Pasaron quince minutos de reloj hasta que pudimos hablar con normalidad.
-Dios mío -dijo T - No vuelvas a contarme nada así. ¿Cómo voy a dar clase ahora a doce ejecutivos agresivos? En vez de en el verbo To Be, pensaré en tu puñetero culo profanado.
-A lo mejor me lo tenía que haber guardado. Pero es que me ha dado un feeling de tarde de confesión.
Bebimos en silencio, nuestras bocas curvadas y sonrientes apretadas sobre las latas de cerveza.
-Pues yo también tengo una confesión -dijo T - Es lo bastante secreta, perversa y graciosa como para contárosla, ahora que estáis de humor.
-Venga, escupe -dijo E.
-Os he contado muchas veces que no me siento cómoda con las felaciones -E y yo asentimos - No es porque me de asco, ni nada de eso. Es que me descojono.
-¿Qué? -pregunté.
-Que me parto de risa.
-¡No! -dijo E, incrédulo - ¿Alguna vez te has...?
-¿Si me he reído estando a la faena? Las cuatro primeras veces. Después de hacer el ridículo y dejar en mal lugar a mis parejas, decidí dejarlo.
-Dios mío... -dije, mientras E se desternillaba - ¡Podías haberte ahogado! Les enseñarías a hacer la respiración asistida antes, por lo menos.
-Hombre, yo lo intentaba, pero es difícil que un tío te haga el boca a boca si tienes su polla atascada en la garganta...
Nos reímos un buen rato. E se limpió las lágrimas.
-¿Y tú, L? -me preguntaron. Les miré, todavía riéndome.
-Yo... yo no tengo ninguna anécdota graciosa -pensé durante un rato - Pero tengo una tan bochornosa que quizá os riáis, porque sois unos cabrones.
-Venga, empieza.
-¿Os acordáis de H, el chico de mi vida?
-Tu primer polvo, ¿no? El de 2º-b, moreno, alto, flacucho, tenía el pelo siempre un poco sucio y era bizco del ojo derecho -apuntó T, siempre tan atenta.
-¿Cómo coño dejaste que ese engendro te tocara? -preguntó E.
-¿Cómo coño dejaste que te metieran un tubo de laca por el orto? -repliqué.
-Touché.
-Bueno, os conté que había sido maravilloso, hermoso pero breve, atento pero impulsivo , tierno pero agresivo...
-Grande pero pequeña -dijo E.
-Cállate. El caso es...
-¿Terminó demasiado pronto?
-Nada de eso. Estuvo tres putos cuartos de hora.
Bocas abiertas. Cejas alzadas.
-Vaya. Eso es bueno, ¿no?
-Sin preliminares -añadí, frunciendo el ceño. T cruzó las piernas con expresión dolorida.
-Que cabrón, ¿no? -dijo E - Espera, ¿no fue ese el que te dejó embarazada? O, por lo menos, eso creías.
-Esa es la segunda parte. Además de despertarme al día siguiente como si me hubiera pasado el Talgo entre las piernas, noté... un picor.
-¿Eh?
-Un picor inhumano.
-No me digas que...
-El bastardo me había pegado la candidiasis.
-Jo-der.
-Le dije a todo el mundo que iba al médico porque el test de embarazo me había dado positivo, pero en realidad fui a que me recetaran una pomada para los hongos.
Hubo un lapsus de tres segundos de silencio antes de que los muy cerdos se empezaran a reír.
-Eso... eso... eso sí que es una historia romántica.
-Tenías que habernos contado la verdad -dijo T, limpiándose la comisura de la boca de la cerveza que había escupido - Esta versión es mucho más entretenida.
A mi pesar, me reí yo también. Alcé la lata medio vacía, en un brindis mudo al cual correspondieron, todavía temblando y soltando risitas.

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